HOGAR DE TRÁNSITO
Desde temprano anduve entre las oficinas importadoras que funcionaban en los puestos del mercado. Barek-el-Muftala había desaparecido del ambiente y nadie pudo darme referencias de él. Sin embargo, un viejo frutero dijo que vio a Barek abandonar la zona amarilla de la ciudad tres días antes y que escuchó algunas cosas confusas sobre él. En la nota que puso en mis manos, señaló un punto de Malinkadassi. Así salí en dirección a la plaza principal luchando con vendedores de yoghurt, bronceros y comerciantes; luego descansé en un bar tomando shá, rehusando narguiles y café; finalmente, me encaminé hacia la terminal de colectivos en la que encontré un taxi. Después de un largo trayecto, el vehículo me dejó frente a la casona de una planta. Allí pude leer en un cartel de bronce: “HOGAR DE TRÁNSITO”. En la puerta obtuve la información que buscaba. “Está adentro”, me dijeron. Abriéndome paso entre la muchedumbre doliente, logré desembocar en una enorme habitación. Un gran círculo humano rodea